¿A qué te suena este arte? Y la pregunta es necia, “Arte Sonoro” no le suena a muchos, pocos saben por donde va la cosa.., para todos la música, tradicionalmente hablando, desde la clásica ópera hasta el latido del hip hop, es el único sonido que se hace arte, lo demás es cuento. Pero, ¿la polución sonora?, esa si está más difundida, de eso hablan todos. Hace muy poco leí en la prensa un reportaje sobre como las urbes están saturadas de ruido y sonidos que elevan el estrés de la población; de cómo la contaminación acústica se suma a los males de la sociedad moderna, porque parece ser que ahora, ¿todo nos hace daño?
Sí. Pero si duele también es arte.
De hecho, hoy en día, en la revisión constante del arte y sus herramientas de comunicación, todo elemento transgresor es posible que sea convertido
en un instrumento creador. Si Warhol pudo hacerlo con una lata de sopa, ¿por qué no?, entonces, ¿valdrá menos la explosión de un escape de camión, el reclamo hecho grito en una manifestación política, o el irritante llanto descompasado de un guagua sin su biberón?
La primera pregunta surge sola: ¿Llegará a morirse la imagen por sobre utilizada, mega prostituida y banalizada? No, a menos que nos llegue la pandemia cegadora de Saramago. La segunda: ¿se impondrá el sonido como discurso artístico? Tampoco lo creo. Pero de lo que si estoy seguro es que ha sido relegado y desestimado por considerárselo herramienta instintiva, porque el sonido ha estado allí desde el principio; quizá es por eso que no lo valoramos. Así somos los seres humanos, a lo básico, lo primigenio, es a lo que menos distinguimos y lo despreciamos. Antes de que podamos ver, oler, gustar o palpar; antes que fuésemos seres completos y auto determinados, pudimos escuchar. Antes de surgir del vientre de nuestra madre el único contacto que tuvimos con la realidad externa fue el oído. La memoria sonora es la primera que se imprime incluso antes de nacer.
Así fue como, cargado con tantas incógnitas, acerqué la oreja neófita al oidosalvaje y le cuestioné:
¿Si existe la creatividad sonora, quiénes la desarrollan? ¿Qué impulsa al sentido y que lo emociona?
¿Por qué el sonido como herramienta plástica? ¿Cómo apreciar el lenguaje de este arte? ¿La propuesta técnica esta al alcance de todos? ¿si hago ruido, hago arte?
Mayra Estévez y Fabiano Kueva, integrantes del centro experimental oído salvaje (así mismo, todo en minúsculas, como dirección de internet), pudieron contenerme, amainar mi sobre excitado interrogatorio, me desarmaron al entregarme un libro negro en cuya portada, cualquier ignorante en esto como yo, puede ver como se titula con “grafías sonoras” Estudios Sonoros desde la Región Andina... Guau, se me salió bien montuvio, y es que el ruido también es un sonido y, por lo tanto, ¿también es posible convertirlo en arte?
Sí, respondieron con una sonrisa ámplia, Mayra y Fabiano y empezaron, muy generosos a desasnarme en cuestiones del Arte Sonoro. Como dije la transgresión es siempre buena herramienta para la creación y lo explican: Desde el nombre del experimento es ya una irreverencia sobre otra que lo fue en su tiempo. Se llaman oídosalvaje por la “Mirada Salvaje” de André Bretón y como una posición política la obra grita..., ¿cómo así?, interrumpo. Porque la expresión cultural sonora siempre viene con agenda política, contestan, el sonido cotidiano, hasta el más banal, y sobre todo el ruido urbano, tienen mayores posibilidades para que su mensaje sea interpretado...
O sea que el discurso dice más mientras mayor sea el rechazo a la disciplina que lo estructure... ¡Ajá! Reflexiono, ¡Ah, ya!, y cito: “El experimento sonoro pretende romper con la jerarquías culturales de la escritura y la lectura del arte, como sinónimo irrevocable de “civilidad” que emplazan territorios específicos... El modelo cultural establece correlaciones geo-culturales y geo-linguisticas que conforman los límites de la humanidad...”(1) Pero de pronto la teoría se espesa y me detengo en media cita, ¿será tan complicado hacer arte con ruido? O es que para transgredir hay que justificarse políticamente, ¿echar la culpa a alguien? No podemos quedarnos en esta argumentación, y debemos recordar que nuestra cultura ha sido siempre eurocéntrica y que entiende la vida con códigos binarios como cuerpo/mente, civilización/barbarie o, el peor de todos, conocimiento y razón versus color de la piel... Ahí empieza a aclararse la cosa. No debemos permitir nada de mimetismo artístico para ser reconocidos, porque el lenguaje y la cultura que nos somete es eurocentrista y el ruido ¿universal? Ya..., subvertir las reglas básicas para construir un nuevo lenguaje, dije. Así es, ¡Ni música! ¡Ni arte! ¡Ruidooo! Proclaman los oidosalvajes.
La posibilidad de quebrar la disciplina de cualquier lenguaje es una interesante manera de experimentar creativamente, que además dota de elementos para volver la creación tan íntima o popular como el experimentador decida. Pero, ¿dónde queda espacio para la crítica del producto? ¿Quién avala la experiencia? Fabiano es quien ataja mi pensamiento y aclara: No tenemos crítica pues somos una escena que aun está emergiendo, recién nacida;
la obra y el proyecto son documentos que no están sujetos a ningún archivo de códigos, más allá de la exploración del campo de los estudios sonoros y el cuestionamiento de los roles sociales.
Se habla de una escena de emergente, pero es que la postmodernidad y su, cito: “estetización exacerbada de lo cotidiano” (2), coloca a la escena sonora experimental en un sitial de ¿sub producto artístico? Y si lo es, entonces debe justificarse también a nivel económico pues los gestores de esta estética novísima pretenderán vivir de su arte... ¿Es el sonido sustentable? Pregunto, Kueva contesta: “Ese diálogo entre práctica artística y gestión para el desarrollo resulta novedoso. Los recursos con los cuales se financia esta experiencia o esta plataforma artística vinieron como fondos para el “desarrollo” ¿? Como estrategia de gestión artística era bastante fresca, más allá de lo cual no habíamos reflexionado lo suficiente sobre lo que este tipo de estrategia en el marco de “desarrollismo” podía significar “ (3).
Estévez concluye: “La trilogía arte sonoro, comunicación y “desarrollo sustentable”, desde la cual elaboramos la mayor parte de nuestra producción sonora, funcionó como dispositivo indispensable de poder, saber y conocimiento, al tiempo que articuló condiciones de posibilidad, en el contexto local, para la naturalización y resemantización del colonialismo en su forma posmoderna: El desarrollo sostenible.” (4). Y frente a esta imposición cultural, aunque nos duela, no habrá quien nos salve. Hoy ya no hay manifestación popular o etnia que pueda seguir existiendo sino se desarrolla sosteniblemente, para mantenerse vigente debemos conseguir quien
de significado de capital a la empresa o al experimento en nuestra globalizada economía.
De hecho la escena sonora hoy, sustentable o no, aunque no nos la cuestionemos, sigue presente como lo ha estado desde siempre, con nuevos nombres y técnicas pues sobre todo lo que el oidosalvaje pretende es diseminar la práctica y su vigencia, darle un sitio más allá del recuerdo, hasta la memoria sonora de especie, ojala, a los sentimientos y las emociones que el oído es capaz de servirnos y nosotros de degustar. O es que ya nos olvidamos de Kaliman y Rayo de plata, aunque el proceso acusmático (de producción acústica) hoy ya no sea el mismo, la radio aun está entre nosotros y aunque el lenguaje se desarticule el objetivo seguirá siendo tocar nuestros sentidos, emocionarnos y regresarnos a lo primigenio, a lo verdadero, a lo sublime: Sin ver, sin tocar, sin probar ni oler puedo saber que vivo, el sonido es arte y me dice y lo leo. Bienvenido sea el ¡Ruidoooo!
1 Mayra Estévez Trujillo, Estudios Sonoros desde la Región Andina,
pag. 41
2 ibid., pag. 48
3 ibid., pag. 60
4 ibid., pag. 61
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