viernes, 17 de abril de 2009

Bestseller

En toda olla se cocinan habas...
... Y hasta sin receta.


En la mitad del mundo también se puede hornear un Best Seller.

Que el Ecuador no necesita esa receta, he oído decir a muchos. Que el Ecuador no tiene micro-ondas para esos chogchos, dicen los más altaneros. Nada menos cierto.., el siglo veintiuno, con una incesante proliferación de Institutos Tecnológicos y Universidades de masterados y especialidades, nos ha traído, finalmente, la oportunidad para doctorarnos hasta en misterios esotéricos. Hoy, con o sin correa, La Patria tiene y cocina de todo...
Y, ¿cómo no va a tener Best sellers?. Si las librerías importantes, las tradicionales, ya tienen su lista publicadita; raitin recalentado de las editoriales extranjeras, es cierto, pero tienen su revistita con su top ten. ¿Entonces? ¿Cómo que no hay Best seller?, cómo no va a haber un mejor vendido, porque eso significa el anglicismo, el de mayor venta. A quién le importa la calidad, mientras se venda. Cuando se vende la papa si da platica que interesa que sea chaucha o chola.
Pero no olvidemos que de todas formas el ecuatoriano siempre ha hecho gala de su glamour, de páramo tropical sí, pero glamour al fin y al cabo; así es que, nuestro escritor, que casi siempre debe ser: corrector, impresor, diseñador gráfico, editor asociado y pana irrestricto del gerente de la imprenta que lo publica, anticipándose al golpe malévolo del raitin que no lo incluirá en la Lista, filosóficamente combatiente, emite su, Yo no escribo para vender... Bueno, me digo, y si no lo hace para vender, quizá sólo para su mamita y su amor más cercano, entonces, ¿para qué publica? La respuesta es una, como diría la periodista más endiosada del siglo veinte, Jackie O, Mi biografía es un divertimento, es puro glamour.
De hecho, extra oficialmente, en el país se ha logrado detectar tendencias compradoras que son las que delinean los rasgos del target de mercado dispuesto a consumir nuestras publicaciones; los gustos y necesidades lectores de nuestros compatriotas se pueden agrupar en tres variaciones básicas de la misma receta que se darán a continuación:

1.- A nivel nacional sin diferenciaciones etnológicas y/o sociales:
El Cuentito infantil

2.- La novela romántico costumbrista (especialidad andina)

3.- La novela trágica de denuncia social (especialidad costeña)

A saber, las tres variaciones se elaboraran con la misma lista de ingredientes, cambiándosele las dosis y las procedencias; como ya se dijo, hay detalles que marcan la exquisitez, verbo y gracia: para el locro de queso la papa es chola, para el de sangre o yahuarlocro la papa es chaucha; siendo que los dos son caldos de tu-ver-culo.
A la olla tendrán que ir a parar ingredientes que los analistas críticos académicos llaman los elementos formales: ambiente (locación y tiempo), personajes (protagonistas, supporting roles, muletillas decorativas), voz narrativa( el que cuenta). Habrá que aclararse que las voces, la narrativa y las que emitan los personajes, conllevan adobamiento previo o precocción para que el platillo derrame sus jugos justos. Así, se pesará en microgramos el punto de vista, se exprimirá el estilo y se espolvoreará sazoneante el tono.
Manos a la olla...
El más exquisito Cuentito Infantil requiere mano de cura o de monja, que bien podrá ser suplantado por un corazón benefactor o luchador, de preferencia vocero de los derechos humanos.
La voz narrativa no deberá superponerse a la real voz del autor ni crear otro personaje testigo que cuente la historia, mientras más involucrado se sienta al narrador mayor será el éxito.
Los personajes tendrán que ser, sin lugar a dudas, planos. Los malos, pelucones bien malos y rastreros sin oportunidad para arrepentimientos; y los buenos, a porcentajes iguales, longuitos y cholitos lindos y chiros pero inteligentes que les encante aguantar palo sin quejarse ni llorar. Al protagonista y a su antagonista se le endilgarán una serie respetable de frases celebres extraídas de Esopo y Ovidio (por mucho que nos guste debemos prohibir cualquier uso de expresiones cercanas a Wilde y menos de su príncipe feliz.)
El ambiente siempre abierto: campos, praderas, callejuelas y terraplenes. Muy poco techo cubierto. Las escenas requieren el desamparo que no se puede dar en espacios cerrados, a no ser en las muy puntuales y terroríficas viñetas del castigo, donde mejor se sufre cautivo, para lo cual se recomiendan mazmorras de piso y paredes de piedra fría o apestosos chiqueros.
Una vez que el guiso espese y burbujee unas ciento y tantas páginas lo extenderemos sobre una encuadernación poco lujosa para causar mayor impresión de desposeimiento. Se decorará con muy pocas gotas de estilo, un ligero zumo casi imperceptible; cercado de rodajas rojas de clemencia a modo de punto de vista, cargadas al doble sobre la izquierda; y, eso sí a mansalva y gusto propio un cargado tono lacrimógeno.
Listo, sírvase caliente o frío, no habrá diferencia; siempre y cuando la editorial esté entroncada con el ministerio de educación el texto no saldrá de La Lista per seculae seculorum.
La elaboración de las novelas bestsellerianas del Ecuador requiere de ciertos toques que las individualicen por eso del apego cultural a las raíces del paladar lector. Como las diferencias entre la fanesca de Quisquis 13 13 y/o la de la Patria y Amazonas.
En ambos casos las voces narrativas se construirán a si mismas con un hálito divino y sabor a omnipotencia imposible de rebatir, dueñas de la verdad, dioses de su historia y de todo lo que en ella se mueve. Pueden, también, ser testigos presenciales y/o protagónicos, aunque en todo caso no serán menos que la cabeza y cerebro del bacalao. Mucha médula, seso espeso sin importar que el lector no entienda porque le pica tanto.
Los personajes serán los más frescos y cercanos; en el altiplano se prefiere el grano intelectual, fríjol gordo y poético, no olvidar el haba antropológica que explique los por qués. Y, en el litoral el choclo va con tusa, la arveja con su vaina, o sea que más vale saber de donde salen, la alcurnia y procedencia son el quid de esa sopa. Recordamos las características previamente anotadas en la elaboración del cuentito, mucho personaje muleta y decorativo, bastante pimiento en trocitos verde, amarillo y rojo, que endulce la tragedia, que alise el romance.
La ambientación estará dada por las propuestas individuales, mientras mayores sean las distancias recorridas, mejor. Ojalá los protagonistas tengan visiones de su propia tierra creadas en el extranjero eso dará un toque de triunfalismo globalizador, como ponerle rodajas de palmito importado de Azerbaiyán o de Bagdad. Aunque, también se recomienda ligeros toques de sordidez mundana endémica..., alguna escena en un antro tipo Cabo Rojeño en la costa o las jarras de ayahuasca en la sierra, sería como espesar la fanesca con leche de coco raspado o echarle una pizca de mapahuira. Pero eso sí, trátese de evitar episodios que involucren jardines de alcurnia o de cualquier pelo, sería como encontrarse una vena de yuca entre los dientes.
Las eses sinuosamente coloquiales marcarán el tono en los andes, y su ausencia delimitará la planicie costera. Contrario al cuentito, en la novelas se derramarán generosamente las dosis de estilo como especias abrasadoras, el mono debe ser bien simio y el longo bien chulla. Lo que unificará la calidad del potaje será, a sabiendas, el punto de vista: Yo no fui, Nunca supe, ¿de veras? La ingenuidad ecuatoriana ganará el corazón de todos sus lectores, porque nosotros, aun con la mano dentro de la olla y meneando con cuchara de palo la sopa, nunca tenemos la culpa.
Sirva caserita, la yapa madrina. Agachaditos disfrutaremos con harto ají, eso sí para que resbale...

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