jueves, 24 de febrero de 2011

¿MI ANGUSTIA? LA TUYA

Así titula esta muestra su autor, Rafael Ruales, arquitecto, graffitero, pintor y ex loco; recuperado de neurosis, psicosis y paranoias esquizoides, que pueden dañar a muchos, pero que a los artistas nos diploman en experiencia intrínseca, en emociones sublimes, en realidades paralelas y alternas, y que nos hacen ser “el otro” desde el “uno mismo”…, desde ese amor propio que la gente confunde con amarse en silencio y hacer crecer vello en la palma de la mano, cuando lo cierto es, cito a Michel Onfray, dilecto amigo de Rafael “que es lo que queda de animal en el hombre a pesar de los siglos de domesticación ética. (...) Imposible de erradicar, la memoria y la huella de las selvas, los bosques y los peligros de los que procede nuestra especie.”
¿Su angustia? Me pregunto, o más bien me lo aseguro, porque sé que así no es la mía, la suya… La tuya, Rafael está en este mural, universo hecho de cuadrados en rosanegroamarillos de los que siluetas del afecto trastocado y abusador emergen con un trazo descuidado para sorprender, atacar y picotearme un ojo. El ojo que dejo abierto para acechar algún intruso solapado que pretenda tocarme cuando me toco… y vuelve el ansia a mí con el eco de Onfray-Ruales… “El funcionamiento de la angustia es simple: todo aquello que se le resiste debe morir, volatilizado, aniquilado o, más sutilmente, integrado, digerido, asimilado. (...) Como las sobras de una comida fosilizada, mineralizada, esos ecos de la prehistoria permanecerán siempre en nuestro sistema nervioso." O sea, La escultura de sí por una moral estética.
Pues para llegar al Ruales que aquí se muestra en un mural de 12 cuerpos, amores cínicos, y 14 cuadrados individuales más, universitos universalis, no nos basta con el mataburro, hay que descubrir nuevas angustias. ¿Nuevas íntimas aflicciones? Me pregunto…, congojas atrapadas en el santísimo culo de María Aurelia; imágenes capturadas en lo estrecho que son los recuerdos cuando ya no tienen ni lugar ni tiempo. Porque del latín, la angustia arrastra dificultad y aprietos y nosotros la estiramos hasta el ansia y la opresión. La angustia no necesita causa precisa, no es como la náusea pero también se nos anuncia con sofocos y sensación de opresión al sur del abdomen. Todo esto pensé mientras esperaba la llegada de Rafael, la semana pasada para, viendo la obra en compañía del autor, tener los elementos como para escribir esta crónica sobre su arte, sobre su recorrido y lucha, sobre su ejercicio peripatético y madrugador en su vivienda taller que hoy nos muestra grato.
Pero, Ruales llegó con toda su angustia a cuestas de su carpintero y en camioneta blanca. Anecdótico pero nunca casual. Coincidencias en Pascuales, decía mi abuelita. No es casualidad; pues, Rafael ya no es angustia, ahora él es su obra y su obra ya no es suya. Ahora la obra habla sola y es nuestra. La contemplamos aquí, amplia, abierta, reconstruida sobre el “uno mismo” que ya citamos y el “sí mismo” que la hace única, es evocación postmedicada, es epifanía musical, madrugada bethoveniana, es la comedia de un dolor que es el dolor que fue y que ya no dolerá; porque el signo que provoca e intriga está en el siempre de la imagen, en el hoy de lo que se nos muestra… En lo esquizoide del tiempo, en el grito neurótico del lugar vivido, en la psicosis ansiosa del ¿quién quiero ser? O del ¿ya fui o es que me fueron?
De hecho me siento un poco contagiado del mal de Ruales, constante del quehacer artístico, trasgresor y provocador desde lo íntimo, y recuerdo a otros que han transitado esta avenida extraña y potente: Immendorf, Polke y Munch, cada uno en su lugar y a su tiempo, son referentes de la criptoamnesia que es la creación tras la crisis depresiva o nerviosa reforzada por la intensidad neurótica. Así, descubro similitudes y peculiaridades: Las Marías de Ruales llevan de la Madonna de Munch, la sensualidad atrevida y el velo misterioso de la muerte sexy. Del homenaje directo, en el grito de Rafael, la tensión máxima que se cuelga en la utilización de colores intensos, brillantes y chillones. La sensación de zozobra del postimpresionista y simbolista que usa formas simplificadas y colorido no naturalista para comunicar las emociones y resignificarlas con violencia en la conjunción de las líneas y la distorsión del ritmo espacial.
"Como cada uno de nosotros era varios, en total ya éramos muchos."Me dijo, Rafael recordando sus lecturas sobre DeLeuze y yo transcribo ahora para presentar sin miedo los referentes y los orígenes y, sigo citando, “No llegar al punto de ya no decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene importancia decirlo o no decirlo.(...)El sistema-raicilla o raíz fasciculada, es la figura que nuestra modernidad invoca con gusto.(..)En los rizomas existen estructuras de árbol o de raíces, y a la inversa, la rama de un árbol o la división de una raíz pueden ponerse a brotar en forma de rizoma."
Todos nos encontramos interconectados en la creación, no podemos decirnos únicos o auténticamente originales, pues emergemos del mismo terror y pagamos con la irreverencia contra el otro que es la verdad de uno mismo; en Ruales como en Sigmar Polke signado como un elemento anárquico, el punto de quiebre en la estructura del paisaje, para Rafael es el cuadrado generador del circulo y la espiral de vida, para Polke el sello pop que aparece como parodia, para ambos en sus técnicas particulares, a las pretensiones artísticas de los nuevos creadores, sobretodo de los postmodernos y conceptuales. Habrá que reírse entonces del nuevo conceptualismo y recordar que ahora ya la anécdota no tiene que contar una historia si no provocar e intrigar al espectador para que surja el cuestionamiento.
“Una vida filosófica. Una perspectiva de sabiduría (...) Utilitarismo pragmático (...) Un sistema hedonista”. Me aclara Rafael nuevamente sobre sus lecturas, citando a Chamfort y Onfray; claro, ¿por qué no? Y yo me acuerdo de Immendorf y su perturbación social a través de mostrar un estilo grosero poco elaborado, podríamos decir casi descuidado, lleno de símbolos crudos…, Eso encuentro en Ruales, también. Porque, vuelvo a citar, “funciona como imperativo categórico hedonista: goza y haz gozar sin hacer daño a nadie ni a ti mismo, esa es la moral. Está todo dicho: goce de sí mismo por supuesto, pero también goce del prójimo…” Esa es la fiesta, ésta fiesta: iconografía propia sobre su noción de lo que debe ser un cuadro; signos iconográficos, mensajes cifrados y animales recurrentes.
En Rafael el perro y el gallo, Materializan lo que motiva su forma de pensar, de gritar su pensamiento, de llorar callado su verdad de niño abusado por el entorno y por su reflejo, desafiando los obstáculos, equipado justamente por el espíritu desafiante que es una terca obstinación. Sobre y con rostros de familia, amor apóstata, el auge o derrumbe, triunfando o cayendo, se atreve a decirlo todo, lo que los conformistas sociales no osarían jamás siquiera pensar. Ahí se fundamenta su expresividad plástica y sobre todo ilustrativa.
Autorretratos y familia con perros y gallos se asocian con el único yo y la persona que los mira. Conscientemente, otorga a su obra ese carácter decidido y directamente irritante de imitar, emparejándolo con la anarquía de los sistemas establecidos. No se cansa de criticar y puyar, la autodefinición del artista ocupa el centro de sus reflexiones: El sagrado corazón de Jesús, sobre una María madre, el antiedipo versus mil mesetas, topologías filiales y fraternas, trasfiguraciones y masacre de la intimidad. Etología de sí. Una Angustia… sigo en la pregunta inicial y espero que ustedes, público y relectores, me contesten cuestionándose…
“Lo angustioso es un festín orgiástico donde los miedos agazapados gatean a ojos cerrados dentro del túnel de la memoria…”
Salud, amigos por Ruales y por su obra.
Buenas noches.


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