sábado, 23 de mayo de 2009

Mi primer invitado

Desde Dinamarca, Andrés Holst, invitado de honor...
Si por lo menos, me pudiera acordar de tu nombre, le pediría a mi amigo René Oliveira que me enseñe algun truco candomblé, y así desembarazarme del embrujo que me metiste. Viste como mi alma perdida caminaba sin zapatos sobre las grietas secas de los lodos del invierno costero, viste que mis pupilas alucinadas te miraban pidiéndote posada. Me acostaste sobre tu colchón oloroso y me acunaste en tus brazos. Qué iba a saber yo que eras pastora de chivos, y que sus miradas cuadradas te habían ya dado el poder sobre los elementos. Yo llegaba a tu pueblo después de caminar kilómetros entre plantas que me rodeaban y con las que tenía que hacer guerra. Cuando llegué a la punta del poblado, estaba ya exausto, drenado, y tu me llevaste a tu cabaña. Si por lo menos me acordara de tu nombre, le pediría a René Oliveira que compre amuletos, que me lleve cerca de la reina del mar para que ella me exorcise. O acaso, ¿sería esto otro error de mi ignorancia? Ya tú me habías llevado a la orilla y estando ahi tendido, viendo el sol que se ocultaba sabía que no vería la luz del otro día. Justo era mi muerte lo que esperabas. Ya mi cuerpo estaba untado con tus unguentos ligadores. En el momento de mi muerte copularías, acaso no sería con el dueño de los chivos? Sí, pastora fiel de la tierra ardiente y del sol quemante. Y con el anzuelo que fraguaras en la noche sin luna, cocerías mi alma a tu vientre plantado. Allí estaba el destino que tenías para mi, pobre mortal desamparado. Bueno, quizá después de todo ésto, venga mi amigo René Oliveira y pueda posar sus ojos sobre tu vientre hinchado y pueda ver entretejida allí, la nueva vida que tendría. Faltan aun unos minutos para el amanecer.ca,
Andres Holst. Invitado de honor.

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