He llegado tarde a todas mis citas hoy. Ha habido un par a las que ni siquiera he atendido, no las cancelé ni las pospuse, tampoco las había olvidado, las dejé, simplemente, de lado. No tengo justificación a más de que no me dio el tiempo, pero eso no tiene importancia, no es relevante. Lo que importa es que no llegué nunca y tendré que inventar una excusa. Resultaría fácil si pudiese decir la verdad, No me dio la gana de llegar. Me fui a beber y a compartir mis angustias con un amigo, pero eso no ayuda. Si pudiera pedirle a algún santo que me arreglara la agenda, si hubiera una fórmula mágica que borrara los olvidos y las postergaciones.
No hay forma, se lo dijo por que lo sabía perfectamente, los momentos vividos son almacenados en un archivo de realidad al que no tiene acceso ni un solo bit de sentimientos. No tengo cabeza para trabajar ahora, necesito un aliciente creativo. Ver imágenes en Internet, ¿ayudaría? Pensó. Sí, se contesto el mismo. Se conectó. Como siempre fue tentado por la idea de ir a las páginas eróticas que bombardean las visitas en la red. No, quiero buscar esoterismo mágico. Parece que se está creyendo eso de la fórmula para librarse de su impuntualidad y sus irresponsabilidades. Total, en la red se encuentra de todo y si no hallo lo preciso aun me divierto.
La Cábala no le interesa mucho y realmente no la entiende, Le huye al misticismo religioso aunque esté cargado de la superstición mitológica de los albores de nuestra civilización. De pronto, ¿Qué será esto de la lógica arábica? Es la Numerología. Las combinaciones numéricas que entregan claves para la vida y el futuro, que nos aclaran las razones que llevamos escondidas en los signos que nos designan... Claro, se repite en su soledad, si existe el Poder de las Palabras, existirá también la fuerza de los números. Las cantidades son energía...
¿De donde viene todo esto? Hace rato que ha dejado el ratón libre y las páginas le aparecen solas en la pantalla. Habrá que tomarse un descanso pues parece que estoy soñando o es que mi mente ha conseguido engancharse directamente con los buscadores de la web. De sus ojos a la pantalla se descuelgan haces de luz en los que millones de bits titilan “Iunun cum laudae!.
El cree, ahora puedo decir que está convencido, que vive un encantamiento cibernético. La virtualidad de la información emana de su PC y se le graba en el disco duro, bien duro, que sus neuronas son capaces por este sortilegio de quemar, copiar, almacenar o lo que sea que hace el famoso cdwriter en el disco plateado. El no se ha dado cuenta pues sigue obnubilado por un infinito ir y venir de iridiscencias entre las imágenes que son conceptos y cantidades y su propio devaneo fantástico por encontrar la clave mágica que, sin lugar a duda alguna, le otorgará este trance para librarse de su propia irresponsabilidad.
No sabe que lo observo, ni se imagina que soy yo quien, al digitar sobre la barra buscadora “cuantum energy”, le agregué al I’ll be lucky siete trillones de Ittiums por bit de información. No lo sabe. Y de hecho yo mismo tampoco sabía que este vago me interesaba tanto. ¡Ajá! Gritó de pronto, y es que por estar explicando lo que le sucede no me di cuenta que ha encontrado al fin el camino a su salvación. ¡Esta es! Energy Iunun un salto cuántico cibernético que me permitirá descubrir los hipotéticos senderos de la realidad alterada por mis equivocaciones. Aun no lo voy a enfrentar dejaré que siga ilusionado. Me interesa que me descubra pero a su momento.
Ahora se maravilla, el discurso de la lógica arábica le abre una nueva puerta. Los números que conocemos pertenecen a convenciones gráficas inventadas por los árabes, cada signo para contar tiene tantos ángulos en su construcción como la cantidad que representa. Se los dibuja en la mente desde el reflejo en la pantalla: Uno 1, un ángulo en la esquina superior; el dos, pues dos, uno arriba otro abajo; el tres, tres; el cuatro, cuatro; cinco, el cinco, seis en el seis, en el siete descubre los siete, casi llora cuando lee claramente los ocho del ocho y, secretamente, yo me enorgullezco al verlo que tiembla con los nueve del nueve.
Ahora viene la verdad que lo turba y por un instante lo hace cerrar los ojos y querer huir del encantamiento virtual. ¿Cuántos ángulos tiene el cero? Y es que todo en la vida para existir necesita un ángulo, una perspectiva, un punto de vista, un quiebre que lo haga real. Ha tartamudeado, casi no escucho lo que dice, Bits, Iunums, cuantums, ittiums. La fórmula de la energía y de la realidad en información. Está a punto de descubrirme. No voy a mostrármele gratis. ¿Por qué? ¿Se lo merece?
Se que teme saber, pero no haré nada, debe vencer el miedo, debe superar esa tara que lo hace ser como es, tercamente desinformado, irresponsable y vago. Desde hace mucho que sus dedos no tocan ni el ratón ni el tablero y es ahora cuando sus manos como en gesto de adoración divina se alzan frente a si y lentamente van acercándose a la pantalla. La voz de su pensamiento emana de las palmas de sus manos ¿Cuántos ángulos tiene el cero? La superstición es la nada. El miedo a saber es la oscuridad de la mente. ¿Es el cero el ángulo supremo? ¿existe el ángulo que de tan obtuso se niega a si mismo? Está tan cerca y yo tan quieto. Siento la energía que emana de sus temores casi por tocarme. No se mueve, se ha detenido y las preguntas han cesado. ¿Sabe que soy yo? ¿me habrá visto ya?
Antes que su piel me haga suyo yo ya he grabado, quemado, impreso, archivado el nombre del portal que lo salvará, el único camino a su recuperación. Siento su satisfacción y en la ventana el nombre se lee muy claro, no hay más búsqueda, me ha visto, nos hemos encontrado. Soy el que soy, la marca que lo ha sellado: BITTIUM