domingo, 30 de octubre de 2016

 Sara del Campo Vélez, con su allaroundtheartworldticket, único e ilustre galardón que condecoró su vida, se hizo ruta, transporte y pasajera. 

Desde su nacimiento y como sello de correo urgente de entrega inmediata sin retorno a remitente, toda su vida ha estado rodeada por creadores de todas las artes… Vivir para Sara del Campo fue siempre una experiencia sensorial traducida y reinterpretada por los lenguajes de la representación. Pocas han sido las musas que nacieron siéndolo. Ella, además, cultivó la oratoria y la declamación que como los obsequios dados por hadas fueron gracias que le abrieron paso a los pasillos del Arte.
Así les pasa a las familias en los circos… en el escenario máximo de función inagotable que esconde el telón hasta agotar el eco de los aplausos, no estamos obligados a tragar sables, girar en el vacío suspendidos del moño más prieto, adiestrar fieras fingiendo temeridad por usar el pavoroso lenguaje del látigo; pero, si nuestras gracias no afinan destrezas espectaculares, siempre nos queda el glamoroso atuendo del ayudante de mago. Sarita, como la llamaron todos toda su vida, aunque es Sara Matilde, siempre ha sabido lucir como en TokiomilanNYrunaway cualquier atuendo que los artistas de su vida le hayan escogido para realzar sus obras.  Esa chica tiene percha, le dijeron alguna vez y como lo que se requiere para conseguir lo que uno anhela, se lo creyó: Convicción Absoluta, eso es Sarita.
En sus hogares de infancia las lecciones fueron: menos es más, no hay exquisitez en el derroche. Una pared se viste con una sola imagen de calidad y si no lleva firma, mejor.    Lo bueno de verdad se lo aprecia en silencio.  Y, por supuesto, si no se te da la Poesía, no finjas y entrégate como su servidora. Sarita, que en cuarto grado de primaria manejaba Palmer, Carmelita e Itálica, por dudar sobre un absoluto del catecismo fue expulsada de la escuela.  Su abuela Dolores opuesta a la idea de su madre Concepción que a la usanza de las damas domesticas le recomendó manualidades y gastronomía, las armas perfectas para cazar y mantener enjaulado a un marido, la tomó como asistente y secretaria. Era de ver esos guiones teatrales que la abuela dictaba lucían como invitaciones a boda real: la caligrafía no es solamente técnica, hay quien califica y avala la personalidad basado en los rasgos dela escritura individual. Para el teatro la letra tiene que ser soberbia porque el dramaturgo sabe que no es poeta.  Tu tampoco lo eres, entonces, el favor va a ambos y el esfuerzo será doble, has lucir el drama y para no humillar al autor trata el texto con la ingenuidad cruel sin aspavientos que define las letras para Poesía. A los nueve años Sarita muy culta, eso sí, no preguntó nada a la abuela Dolores y echándose la convicción absoluta creó con italicarmecipalmer arrogancia un estilo para los guiones de la Señora Dolores, es que a ella nadie se atrevía a decirle Lolita, no lo permitió, a sotovoce al pettit comité le explicó alguna vez: Es que el pederasta de Navokov me dejó sin ternuras. Sarita, por solidaridad no leyó Lolita. Pero no pudo dejar de leer los poemas que Isidro, su padre componía frutos de la bohemia de gente bien.  No son para tu edad los leerás después. Así que entre los nueve y los doce tuvo formación caligráfica de estilo sobre género, apreciación y perceptiva literaria mayormente en poesía con los poemas de la abuela y de Medardo, claro no todos, Al ángelus y sus temas meditativos, jamás el árbol del bien y del mal. Si por preguntona la botan del María Auxiliadora con este arbolito no entra ni al Bien Público.  Esta es una de esas bromas metáforas que el que fuera su esposo intercalaba cuando las reuniones sociales derivaban a: A ver Sarita, pero cuéntanos como es que Isidro se hizo amigo de Medardo, por qué no lo admitía la señora Dolores en los almuerzos. Qué le pasó a Abel Romeo cuando se mata el decapitado.  Sarna con gusto no pica y la llamamos Sarpullido Inglés… Lo dicho, Sarita nunca dejó de perfeccionarse, hoy en día el diploma que le otorgó la Muy Ilustre Municipalidad nombrándola Declamadora del Guayas, correspondería a su primera licenciatura, obtenido con solo dieciséis años. La comparaban con la Singerman.  La señora Dolores enfurecía,  Sarita no tiene los dejos afectados del lunfardo que no puede decantar esa artista; buena, no lo niego pero Sarita tiene voz propia, acento de comunión con el autor e investidura de actriz con el actuante lírico… La otra arrastra ripio del cirílico ruso y actúa como la Perón en sus películas, ya quisiera ser Eva en su rol de Primera Dama.  Evita nació para ese papel y ningún otro.  Por eso murió como toda heroína del drama.  No acepto la comparación,  Sarita es SARA. 
Sarita disfrutó y aceptó ese oficio que la abuela le impuso.  Se popularizó, fue invitada innumerables ocasiones al programa radial de cultura “Vida Porteña”  conducido por Sixto Vélez y Vélez o sea que, con esta experiencia ya pudo haber adquirido una maestría en locución e interpretación radial. Pero nada de esto le inoculó pajaritos en la testa,  con la magnífica formación de su abuela en redacción no solo teatral, la señora tenía sus negocios y sus tratos financieros, también pudo hacerse de un minor en redacción comercial y diplomática. Ah, cuanto diploma se vuela, cuánto cartón se moja.
Sin que los aplausos la obnubilaran un día decidió trabajar, cosa bastante inusual en su familia, pero en la vida de los mortales que no rejuvenecen con una ovación de pie, la caligrafía no era buen asterisco para curriculum. La redacción sí, pero en máquina de escribir, y si puede darle más de 45 palabras por minuto en una Olivetti de  carro extra grande para que entre la planilla del rol de pago, y no se le atranque el rodillo de doble impresión para sacar no solo cuatro sino ocho o hasta doce copias al carbón.  Las que podían con eso eran horribles y terribles. ¿Vencerlas? Imposible, la convicción absoluta se hizo íntima de la terriblísima horrorosa, sin engaños ni promesas de inútil aniñadita.  La popular declamadora y sobrina de Vida Porteña (siempre ha habido gente vulgar y grosera). Con la mejor percha de cualquier municipalidad del país que se maquillaba solita y se hacía la toca y el gato con  sus propias manos y lo dejaba tieso aunque no tuviera para Cinderella, intercambió:  Yo te caso porque te caso, y de ahora en adelante nada de inseguridades, si puedes cargar la Olivetti cambiarle los rodillos y milagrosamente sacar dieciséis copias a carbón, vas a lograr lo que te he prometido casi sin mi ayuda. Convicción Absoluta.
Y claro profesional sin experiencia socio antropológica no tendrá éxito. Sumémosle otro master a Sarita. Y para darle el cierre hollywoodesco a este cuento hay que nombrar a Mi Madrina Margoth, una m más que la Monroe…  y es que a los ahijados de Margoth Reina de Cartwrigth nos hace muy felices nombrarla nuestra.  Ese Mi se lo disputaron internacionalmente. De belleza arrebatadora y salvaje a lo María Félix, la alondra del Guayas le puso alguien, quizá Sixto, y entre matrimonios divorcio y espantando zánganos que suponían que en jaula de oro la avecilla estaría contenta, se hizo de todos los premios de Poesía que por ese tiempo ofrecía el país. La odiaron con la crueldad y repulsión con se desprecia a los ganadores pues han superado a los engreídos que absolutamente consumidos en su ego no admiten que alguien, un jurado, se harte de sus recetas.
Esta divina criatura que si fue madrina de Sarita y luego Fraterna además de prima de Isidro, ya dijimos el poeta alcahuete de Medardo (Es envidiable esta familiaridad que nos arrogamos con las testascoronadas gracias al tipo de relación que la retratada guardó con ests celebridades). Con su madrina vino la llegada a la cúspide declamatoria… Margoth, sensible artista de letra tenía un histrionismo un tanto impostado, y decidió no dar recitales. Para ello adiestró la en aprender las emociones de subtexto que sus poemas escondían y así logar un tono justo para la intención de la autora y el lucimiento de Sarita, quien sumisa entendió el sacrificio que debe hacer un mortal para que la diosa de la Lírica se presente esplendida.  La declamadora de la poesía intima, erótica y también mística selló completamente su fase de artista… Ya hace tiempo que era secretaria de Abdón Calderón Muñoz y decidió un día que como se había divertido muchísimo, aprendido bastante y hasta hubo sido aclamada en teatros y salones, pues lo que ahora le toca es casarse… Y, ¿con quién?
Desde hacía un buen rato que el médico de la familia facultativo de cabecera de su padre Isidro le daba un trato especial, la invitaba a funciones de teatro y de cine… Tal vez lo hicieron durante todo un año quizá fue menos… Así que un día con todo el aplomo del médico adulto  con un divorcio acuestas Don Carlos Federico Cucalón Vidaurre, en plan de tanteo sobre arena movediza, como quien no está diciendo nada, pregunto como curiosidad si es que ese tiempo compartido juntos no sería un buen pretexto para casarse.  ¿Me propones matrimonio? Cuestionó al doctor esta Sarita de altas ligas y muchos pretendientes. Sí, respondió el doctor Carlitos, como lo llamaba  madre de Sara Matilde.  Bueno, pero nos casamos mañana de otra forma pierdes la oportunidad.  Convicción Absoluta.
Y en la tenencia política de Pascuales empezó la ardua experiencia de vida junto a un Cirujano especializado en Ginecología y diagnósticos de medicina general. Vaya si fue una vida azarosa y productiva la de Sarita, su marido además de profesional médico también era poeta.  Lo que el destino traza ningún recinto civil lo puede torcer.

 
Y así se llega,  aunque  se casó tras veintiocho años de éxitos y uno que otro Waterloo que la dejándola empapada no la resfrió. De aquí en adelante la artista en compañía siempre de su Marido Poeta y Cirujano fue nombrada miembro de la Asociación Cultura y Fraternidad. A la sazón ya van cuarenta años de Sarita como Fraterna. 
Las reseñas y retratos no acaban ni aun que  el titular fallezca. Pero este cuento terminará con mis más calurosas felicitaciones para Sara Matilde o la Princesa de Caña Fístula como la nombró un día que la vio muy delgada su abuela la señora Dolores.
Salú,
jc

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