jueves, 27 de noviembre de 2014
Texto leído durante la presentación de Zapote de perro, exhibición pictórica de Eduardo Jamie, el 13 de noviembre de 2014 en la Salida de Emergencia, Cuenca.
Zapote de perro
Así titula esta muestra su autor,
Eduardo Jaime, quien además de pintor y ex loco, es también fotógrafo y se ha recuperado de neurosis, psicosis y paranoias
esquizoides, que podrían dañar a muchos, pero que a los artistas nos diploman
en: experiencia intrínseca, emociones sublimes, realidades paralelas y alternas, y que nos
hacen ser “el otro” desde el “uno mismo”…, y que a Jaime lo han llevado desde
ese amor propio que la gente confunde con amarse en silencio y hacer crecer
vello en la palma de la mano, hasta a convertirse en “perro de monte”; cuando
lo cierto es, y cito a Michel Onfray, dilecto
amigo “qué es lo que queda de
animal en el hombre a pesar de los siglos de domesticación ética. (...)
Imposible de erradicar, la memoria y la huella de las selvas, los bosques y los
peligros de los que procede nuestra especie.”
A este Zapote de perro, yo le he puesto el
epígrafe de
Animal y piel
sol negro
color y persona
Imágenes de afecto trastocado y
abusador emergen con una impronta que parecería descuidada para sorprender,
atacar y picotearme un ojo. El ojo que dejo abierto para acechar algún intruso
solapado que pretenda tocarme cuando me toco… De hecho me siento un poco
contagiado del mal de Jaime, constante en el quehacer artístico, trasgresor y
provocador desde lo íntimo, y recuerdo a otros que han transitado esta avenida
extraña y potente. La sensación de zozobra del postimpresionista y simbolista
que usa formas simplificadas y colorido natural no naturalista para comunicar
emociones y re significarlas con violencia en la conjunción de los trazos y la
distorsión del ritmo espacial.
Estas imágenes, digo, han sido capturadas en lo estrecho que son los
recuerdos cuando ya no tienen ni lugar ni tiempo. Porque la creación arrastra
dificultad y aprietos y nosotros la estiramos hasta el ansia y la opresión. La
angustia no necesita causa precisa, no es como la náusea aunque también se nos
anuncia con sofocos y sensación de opresión al sur del abdomen. La contemplamos
cual si fuera plácida; pero, aquí, amplia, abierta, reconstruida sobre el “uno
mismo” que ya citamos y el “sí mismo” que la hace única, es evocación
postmedicada, es epifanía musical, madrugada tecnocumbiera, es la comedia de un
dolor que es el dolor que fue y que ya no dolerá; porque el signo que provoca e
intriga está en el siempre de esa imagen, en el hoy de lo que se nos muestra…
En lo esquizoide del tiempo, en el grito neurótico del lugar vivido, en la
psicosis ansiosa del ¿quién quiero ser? O del ¿ya fui o es que me fueron? Perro de monte…
Luego, ¿Qué busca Eduardo Jaime
entre las hojas, la vegetación tropical, la arena, los frutos menos usuales de
la tierra, aquellos que nutren a los perros salvajes? ¿Qué misterioso ritual le
lleva a significar y significarse en cada una de las obras que realiza? Son
preguntas que se hace Jorge Dávila
Vázquez.
Me digo: todos nos encontramos
interconectados en la creación, no podemos decirnos únicos o auténticamente
originales, pues emergemos del mismo terror y pagamos con la irreverencia
contra el otro que es la verdad de uno mismo.
Signado como un elemento anárquico, el punto de quiebre en la estructura
de estos paisajes generadores es la espiral de vida que se revela en técnicas particulares y en su postura artística. Habrá que reírse entonces de lo novísimo
y recordar que ahora ya la anécdota no tiene que contar una historia si no que
provocar e intrigar al espectador para que surja el cuestionamiento. ¿Será este el rito?, me cuestiono y propongo a ustedes resolverlo en la
contemplación de la obra de Eduardo. Quizá les pase como a mí y se contagien
con el mal de Jaime… ¡ojalá!
"Como cada uno de nosotros
era varios nos multiplicamos para el montaje de esta muestra, en total ya
éramos muchos." Me dijo Eduardo Jaime en un chat de Facebook, “esto lo he
hecho por impulso de Mario…, y de Amaury
y de Antonio…
“Llegar al punto de ya no decir
yo, sino a ese punto en el que no tiene importancia decirlo o no
decirlo.(...)El sistema-raicilla o raíz fasciculada, es la figura que nuestra
modernidad invoca con gusto.(..)En los rizomas existen estructuras de árbol o
de raíces, y a la inversa, la rama de un árbol o la división de una raíz pueden
ponerse a brotar en forma de rizoma." Me viene a la mente en esta
reflexión, otra vez Onfray…
A esta altura el rito es palabra,
la palabra es sello y el sello vive lirico:
Animal y piel
sol negro
color y persona
Para que el ave sea piel:
Guaque, Dios te dé, Aguecova,
Cuque, papagayo chongón,
lechuza ,gallinazo y chauíz,
hornero o ollero como le dicen
los cholos según Jaime,
la cuchareta
el cacique y la culinga.
Para que en el agua
los peces suenen a sol:
Guaija, Viaje, Chame,
Rapabalsa y el chalaco
Mamífero negro es el Saino
Y tras de él, sobre ellos y con
los alados
Van insectos
Mariposa bruja blanca
Mariposa ojo de lechuza, nocturna
dicen que son de mal agüero
que traen a personajes como
el Tin tin, auspicia cachos de
venados
y cabeza de vaca
Animales y piel
Se cubren del sol negro
Bajo el Ceibo, el Guarumo, el Beldaco y el Wasango,
Se pintan con colores de Cascol,
Guasmo, Palo de seca,
Muyuyo, Guayacan, Pechiche,
pigio,
árbol amarillo, cabo de hacha, jigua,
guachapelí,
chirigua, matasarna,
fernansanchez, palo santo,
laurel de puna, caimito y zapote
de perro
Ahí donde cuelgan las colembras:
X, la sallama, la voladora, mata
caballo y la bejuquilla
Que nos regalan en color y
persona enredaderas
La mata chivo, la chirimoya, el Palo Garabato
Todo en el alma del
Cerro del muerto, Chongón Colonche
y Puná.
Perturbación social a través de
mostrar un estilo lleno de símbolos crudos… Eso encuentro en la obra de Eduardo
Jaime, también. Porque, “funciona como imperativo categórico hedonista: goza y
haz gozar sin hacer daño a nadie ni a ti mismo, esa es la moral. Está todo
dicho: goce de sí mismo por supuesto, pero también goce del prójimo…” Esa es la
fiesta, ésta fiesta: iconografía muy propia, individualizada, sobre su noción de lo que debe ser su cuadro;
signos iconográficos, mensajes cifrados y animales recurrentes y transformados
que materializan lo que motiva su forma de pensar, de gritar su pensamiento, de
llorar callado su verdad de niño abusado por el entorno y por su reflejo,
desafiando los obstáculos, equipado justamente por el espíritu desafiante que
es una terca obstinación. Ahí se fundamenta su expresividad plástica y sobre
todo ilustrativa.
¿Autorretratos? En sus figuras,
en sus perros de monte y aves que se asocian con el único yo y la persona que
los mira. Conscientemente, otorga a su obra ese carácter decidido y
directamente irritante de imitar, emparejándolo con la anarquía de los sistemas
establecidos. No se cansa de criticar y puyar, la autodefinición del artista
ocupa el centro de sus reflexiones: trasfiguraciones y masacre de la intimidad.
Etología de sí. Es el sol negro..., donde toda oscuridad es luz..., donde toda
luz se come a sí misma... Donde comienza todo fin.
Y vuelve el ansia original a mí con el eco de Onfray… “El funcionamiento
de la angustia es simple: todo aquello que se le resiste debe morir,
volatilizado, aniquilado o, más sutilmente, integrado, digerido, asimilado.
(...) Como las sobras de una comida fosilizada, mineralizada, esos ecos de la
prehistoria permanecerán siempre en nuestro sistema nervioso." O sea, La
escultura de sí por una moral estética. “Lo angustioso es un festín orgiástico
donde los miedos agazapados gatean a ojos cerrados dentro del túnel de la
memoria…”
El transito onírico desde la piel
hasta el lienzo, captura todo referente consciente para que el espectador
leyendo cree una interpretación que magnifique la intención del autor...
Eduardo Jaime no logra solamente eso..., nos abre una ventana secreta a los
sueños suyos que nos invita a asomarnos a los sueños del Zapote de perro...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario