viernes, 14 de septiembre de 2012
El chapa cachudo
Calla puta e mierda. No maricón, no, no me pegues. Matarte debería, zorra, mil veces puta.
Con toda la borrachera que llevan
encima, el no logra encontrar su ropa y ella, en cuatro, busca por el piso, a
oscuras, cualquier cosa con qué defenderse del chapa que la patea. A tientas halla la bacinilla y le responde
con todas sus fuerzas a punta de fierro enlozado. Cojudeado por tanto golpe, manoteando el aire
con la izquierda, con la derecha sigue revolviendo sábanas, sin encontrar lo que
busca ni el castigo justo para la mujer.
El escándalo de bacinillazos que se
cruzan con pantis y calzones voladores y bofetadas a quemapiel ha alertado a
los fumones del tamarindo de la esquina.
El Sapo Sánchez seguido de Frutilla, pegaditos a la pared, se paran a cada
lado de las venecianas medio abiertas.
Atisban quietos, ¡Ji!, están en pepas, susurra Frutilla. Sshh, ordena el Sapo.
Finalmente, el chapa ya no busca ni manotea, se acerca
lento a la despeinada en pelotas y, arrinconándola contra el ropero, en la
esquina que alumbra la ventana, le encaja el revólver entre sus ojotes de vaca
asustada.
Te mato por puta. Noo, papito, noo. Sha gueva.
Sshh. El policía
gira sobre sí mismo al escuchar el rumor tras la ventana. Ella lo empuja sobre
la cama y aprovecha para escapar.
Cayendo, cayendo le dispara a todas las sombras que lo marean. Plin,
plin, plin.
Bien calientes ruedan los orines de la zorra salvada y la
sangre del Frutilla sobre el Sapo.
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