Ella y Luciana son fanáticas de los juguetitos. Mateo no se quedaba atrás y era un especialista en obsequiarse alguno cada fin de mes. Llegado el día veintinueve Luciana y Ella, sin contenerse las ganas, subieron al depar del compañero de juegos que ya las esperaba con la puerta abierta.
Las invitó a sentir la más loca de las vibraciones, como decía él, mientras encendía el juguetito. Los tres sentados reían del loco descubrimiento. Luego recostados hicieron silencio. Mateo se quedo dormido.
A Luciana y a Ella, aburridas, les dio por masajearse los pies, se desnudaron hasta llegar al baño. Solo se escuchaba un débil gemido de Mateo que en sueños no se percataba de su miembro erecto sobre ese artilugio acolchado shiatsu de cuero negro que había conseguido de a ganga en la tarde de ayer. El dildo anterior les había quedado corto.
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