jueves, 13 de agosto de 2009

El puma me prometió que...

NADIE TE HARA NADA

Sí, dijo el Puma, así ha de ser pero esa frase no te garantiza nada. Uno se mete en los líos que quiere. A veces la raíz viene desde muy atrás, y no te has dado cuenta cuando empezaste a planearlo, midiendo, casi que agorando con exactitud. Es que, al final, sí queremos que nos hagan algo, y nos vamos acomodando. Hemos venido a este mundo a equivocarnos, no para ser perfectos. Qué pereza, la perfección es para cuando lleguemos al cielo, tan perfecto que el aburrimiento nos hará triza.
Un tercio del lillo que sostiene la hierba con el polvo, entreverados, se levantó seco. De entre el corazón y el índice, sin derramar nada, lo recuesta sobre el pulgar. Así, como acunándolo, se lo lleva a la boca, sus ojos tienen ese brillo de la mirada de los santos de madera, como de una ternura perpetua. Los labios no tocan nada. La lengua con agilidad de trompa de elefante y la sensualidad obvia de carne húmeda que por la operación se lubrica, redondea una gota de saliva clara y deposita la mitad sobre el área seca, lo restante lo extiende por todo el maduro repeinándole la raya. Qué bien, aun no se ha apagado.
Quién mira ahora, nadie miraba. La pregunta es necia, siempre es necia. Para dónde se va. Se inventan rutas que ni siquiera se caminan. Por qué detenerse a pensar, para qué. Toma, fuma, por el Puma.

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